Una de las principales misiones de un equipo financiero es definir una estrategia sostenible de apalancamiento financiero que apoye los objetivos estratégicos corporativos. Para este ejercicio, balancear el binomio riesgo rentabilidad cobra incluso mayor importancia.
“Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”. Con esta frase atribuida al científico de la antigua Grecia, Arquímedes (287-212 a.C), quedaba demostrada la ley de la palanca, un utensilio mecánico ya utilizado en la prehistoria que, al usar la fuerza sobre un objeto para aumentar su movimiento, tiene un efecto multiplicador.
Trasladado al mundo financiero, ya en la época moderna, el conocido empresario por sus propuestas para alcanzar la libertad financiera, Robert Kiyosaki, profundiza sobre el apalancamiento en “Padre rico, padre pobre” y en “El juego del dinero” para explicar cómo optimizar el uso de los recursos monetarios a través de una adecuada gestión de financiación externa.
Podríamos definir el apalancamiento financiero corporativo como la utilización de capital externo (con obligaciones de devolución pactadas en el futuro) como palanca para aumentar la rentabilidad obtenida sobre activos empresariales y, por lo tanto, incremento de esa ratio tan apreciada por los accionistas, el ROE (Return on Equity). Una palanca que tiene, además, un atractivo tributario, pues supone un escudo fiscal al ser deducibles los intereses de la deuda.
Sin duda, el uso del apalancamiento financiero cobra mayor valor cuando los activos en los que se invierten a través del mismo aportan mayores réditos que el coste de la deuda empleada para su financiación.
Ahora bien, el apalancamiento financiero puede convertirse en un arma de doble filo, ya que, por una parte, ayuda a optimizar los recursos propios generando una rentabilidad corporativa, pero, por otra, implica un mayor riesgo de crédito. Por lo que un uso excesivo de este instrumento de financiación puede poner en un brete la solvencia de una empresa.
Comúnmente, la financiación bancaria ha sido la gran protagonista a la hora de buscar productos de financiación en el plano corporativo, ya sea a corto o largo plazo. Sin embargo, en función del tamaño y sector empresarial de cada empresa, existen vías de financiación alternativas que también deben ser consideradas a la hora de definir la estrategia de financiación. Este es el caso del revenue-based financing para empresas con ingresos recurrentes, financiación de circulante y/o inventario (con y sin recurso), para empresas con alto consumo de capital circulante o acceso a fondos privados de deuda o para empresas con alta capacidad de apalancamiento vía instrumentos subordinados.
Lo cierto es que el periodo prolongado de tipos de interés deprimidos ha permitido a empresas de todos los tamaños incrementar sus ratios de apalancamiento significativamente sin sufrir grandes reducciones en la generación de flujo de caja. Sin embargo, a la hora de definir una ratio de apalancamiento sostenible para cada negocio, es necesario analizar el impacto de las obligaciones de repago e intereses en el flujo de caja en entornos de tipos más normalizados.
En este sentido, hay dos aspectos relevantes que los equipos financieros deben tener en cuenta a la hora de utilizar estos instrumentos de financiación en su estructura de capital. El primero, que las obligaciones o compromisos de deuda no comprometan sus posibilidades de generar caja a futuro y se cuente con capacidad de devolución; el segundo, analizar los niveles de apalancamiento históricos y del sector en cuestión, teniendo en cuenta tanto aquellos productos con recurso como la financiación sin recurso (esta última, muy utilizada para financiación de inventario o circulante).
En cuanto a la capacidad de apalancamiento, volvemos a observar muchas diferencias entre compañías de diversos sectores y tamaños. Sin embargo, un patrón marcado son aquellas empresas con flujo de caja recurrente y con alta visibilidad, que en consecuencia tienen un perfil más atractivo para los inversores de deuda, en comparación con negocios con mayor incertidumbre o más volátiles.
A nivel de crecimiento, compañías con crecimiento rápido suelen depender más de la financiación externa ya que tienden a necesitar más inyecciones de capital para financiar su expansión. Sin embargo, dichas empresas también presentan un perfil más atractivo para los proveedores de dicha financiación (entidades bancarias o inversores alternativos). Al mismo tiempo, empresas con mayor carga impositiva suelen utilizar este mecanismo para aprovechar el mencionado escudo fiscal.
Por tanto, es crítico definir bien la estructura de capital a corto y largo plazo antes de tomar decisiones de financiación externa, más aún en un entorno de tipos de interés al alza. No solo porque la financiación tradicional se encarece, sino también porque la capacidad de emitir deuda a un nivel atractivo se reduce.