Tan es así, que la liquidez de una empresa puede compararse con el sistema circulatorio de una persona, ya que al igual que la sangre debe fluir constantemente para mantener el cuerpo humano en funcionamiento, el dinero debe circular de manera continua para asegurar la operatividad de la compañía.
Si en algún momento el flujo se detiene o se reduce significativamente, la compañía, al igual que un organismo sin suficiente sangre, terminará colapsando.
Podemos decir que la generación de flujos de efectivo es el recurso más líquido y crítico para la supervivencia de cualquier negocio. El problema es que muchas veces no se le presta la atención necesaria hasta que escasea, momento en el que comienzan a sentirse sus efectos adversos.
Obviamente que enfatizar la importancia del efectivo no es una idea nueva, pero sí una prioridad que debe ser considerada en todo momento, donde el “Working Capital” (Fondo de Maniobra) no deja de ser el “corazón” encargado de bombear la sangre (liquidez necesaria) que garantiza la sostenibilidad del negocio en el tiempo.
Definido como la diferencia entre los activos corrientes (caja, cuentas por cobrar, inventarios) y los pasivos corrientes (cuentas por pagar y deudas a corto plazo), proporciona una visión inmediata de la capacidad de la empresa para afrontar sus obligaciones a corto plazo con sus bienes de transformación corriente.
En otras palabras, nos indica que una empresa dispone de una serie de bienes en el activo corriente, que realizados ahora o más adelante (esto es, “convertirse” en dinero), pueden cubrir el valor de la deuda en el corto plazo. Así, cuanto mayor sea el Fondo de Maniobra, mayor será la confianza que genere en sus acreedores a corto plazo.
Cuanto mayor sea el Fondo de Maniobra, mayor será la confianza que genere en sus acreedores a corto plazo.
De ahí que una gestión eficiente del Working Capital, tenga como objetivo asegurar que la empresa disponga de la liquidez suficiente, tanto para cubrir sus necesidades inmediatas, como para invertir en su crecimiento y reducir su dependencia del financiamiento externo.
En resumen, un Working Capital positivo nos indica que la empresa dispone de la liquidez suficiente para hacer frente a sus compromisos a corto plazo, mientras que uno negativo, puede representar una señal de alerta sobre posibles problemas de caja futuros.
Working Capital positivo nos indica que la empresa dispone de la liquidez suficiente para hacer frente a sus compromisos a corto plazo, mientras que uno negativo, puede representar una señal de alerta sobre posibles problemas de caja futuros.
Es por esto que es importante optimizar su gestión, ya que sin una generación recurrente de caja, incluso las empresas con alta demanda de sus productos o servicios, pueden quedarse rápidamente fuera del negocio, independientemente de la rentabilidad que a corto plazo puedan generar.
Además, de no lograrse este objetivo, será mucho más difícil atravesar cualquier crisis que se pueda presentar, ya sean estas económicas, regulatorias o del tipo que fuera, lo mismo el poder hacer a cualquier disrupción tecnológica, que implique modificar la propia estrategia de una organización.
En cambio, una buena gestión brinda a la empresa la flexibilidad necesaria, para aprovechar las oportunidades que surgen en periodos de crisis, como puede llegar a ser, la adquisición de competidores en dificultades o el realizar una mayor inversión en innovación, como en una plataforma de gestión de tesorería en la nube, con la idea de poder diferenciarse de la competencia.
Lo mismo aplica al crecimiento, ya que cualquier empresa que intente expandirse sin un flujo de caja adecuado, correrá el riesgo de caer en un “círculo vicioso”, enfrentando tensiones para poder cubrir el endeudamiento asumido y sufriendo el estrés financiero que esto genera, lo que puede impedir lograr los objetivos propuestos.
Es por ello que resulta crítico para el CFO priorizar, por encima de todo, la gestión del flujo de caja, no solo por ser parte de sus funciones principales, sino más bien como estrategia clave para garantizar la supervivencia y el éxito a largo plazo de cualquier organización.
Porque si de algo podemos estar seguros, es que: ¡La caja siempre manda!