La evolución del rol del CFO hacia el desarrollo de una función cada vez más estratégica, no puede ser explicada sin considerar el uso de la tecnología, ya que sin ella, no hubiese sido posible para el área financiera, “liberarse” del trabajo que implicaba realizar una serie de tareas manuales y repetitivas en el tiempo.
Transformación que se produce en un contexto de cambio continuo, caracterizado por la “velocidad” que ha adquirido el mismo, donde adaptarse a un mundo cada vez más digital, representa una obligación “de supervivencia”, que debe de ser asumida por cualquier organización para la consecución de los objetivos que se proponga lograr.
Es por esto, que adquiere un carácter crítico el poder potenciar un mayor uso de las diferentes soluciones tecnológicas existentes, con el fin de conseguir una mayor eficiencia en los procesos de trabajo.
Así, el convertir en un primer paso lo “físico en digital”, para con posterioridad lograr automatizar una tarea, o lo que es lo mismo, que pueda ser realizada sin la intervención directa de las personas, optimiza y mejora la productividad, a la vez que garantiza la integridad de los datos y minimiza el número de errores que se producen cuando las tareas se llevan a cabo de forma manual.
Es en este momento, cuando la figura del CFO adquiere una mayor relevancia, al disponer de las capacidades necesarias para asumir el liderazgo en el proceso de cambio “tecnológico”, dado que posee una “ventaja diferencial” sobre el resto, que no es más ni menos, que el conocimiento que tiene del negocio que gestiona.
Por otra parte, el haber realizado previamente este tipo de proyectos en su propia área, refuerza su posición como uno de los mejores gestores internos del cambio, aportando una visión integral de la compañía.
El conocer cuáles han sido las principales “barreras” a superar, facilita la gestión de la resistencia natural al cambio propia de las personas, que se produce al considerar lo desconocido como una “pérdida” de lo que tenemos, y que, de forma inicial, solemos rechazar.
No hay que olvidarse, que es en este punto donde se encuentra el “éxito” de cualquier proceso de cambio (sea tecnológico o no), ya que si no es acompañado por las propias personas, por mejor que sea la solución a incorporar, su aplicación futura se verá limitada ya sea directa o indirectamente.
A la vez, automatizar tareas , como la gestión de tesorería, facilita el poder combinar diferentes opciones tecnológicas, como por ejemplo ser un ERP con un CRM, con el fin de optimizar la generación de información para una mejor toma de decisiones.
También abre la posibilidad de incorporar nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial, en procesos clave como la contabilidad y la conciliación bancaria, lo que permite convertir datos en información valiosa para el negocio, algo que, por supuesto, excede los límites del área financiera
De esta manera, el CFO puede “extender” el ámbito de sus funciones, desde una perspectiva de trabajo enfocada en el análisis del pasado, hacia uno donde entender y predecir el futuro pasa a ser clave, lo que refuerza, a la vez, su papel en la toma de decisiones.
Ahora bien, pasar del back al front, es algo que va más allá de la tecnología y que debe ir acompañado de un equipo que cuente con las capacidades adecuadas, que permitan repensar como hacer las cosas, donde la capacitación y la incorporación de nuevas habilidades pasan a ser condiciones indispensables de asumir en el futuro.
Por lo tanto, la tecnología no deja de ser la mejor de las alianzas de las que dispone el CFO como “acompañante” en la evolución de sus funciones, ya que un eficiente uso de ella, le permitirá optimizar el recurso más finito que disponemos, el tiempo, facilitando realizar el “salto” de su posición hacia un rol mucho más estratégico.