Los desafíos a los que se han tenido que enfrentar las organizaciones durante los últimos años, han propiciado una “transformación” general de la función financiera y en particular del CFO, asumiendo un rol mucho más vinculado al propio negocio y con el foco puesto principalmente en entender el futuro de la compañía.
No deja de ser un cambio más que significativo de sus funciones más “tradicionales”, relacionadas con la gestión de su propia área y mayormente orientadas a “explicar el pasado”. En cambio, hoy en día ha iniciado un camino diferente, donde lo financiero se interrelaciona de forma directa con el negocio y la estrategia de la empresa.
Pero como toda reconversión exige adaptación, el CFO debe de ampliar sus horizontes, incorporando nuevos conocimientos que le permitan asumir una posición en la cual ya no es suficiente el saber mucho de poco (finanzas), para tener que pasar a saber “poco de mucho” de las demás áreas, que le permita ejercer un liderazgo estratégico dentro de la compañía.
Ahora bien, no hay duda que la figura del Director Financiero dispone de todas las herramientas necesarias para asumir este nuevo papel, donde la comprensión que posee del negocio, le permite posicionarse de forma diferencial dentro de la propia organización y así asumir el liderazgo del proceso de cambio asociado a la misma, que no solo se “limita” a lo digital.
Para esto debe de “salir” de su zona de confort (el área de finanzas), y situarse al lado del CEO de la organización, como partner natural del mismo, con el objetivo de ayudar a crear la organización del futuro, para lo cual debe de realizar una gestión mucho más fluida y transversal con el resto de las direcciones, logrando trabajar junto y no frente a ellas, como podía ocurrir en el pasado.
El convertirse en un “estratega del negocio”, implica que el CFO deba asumir la función de impulsor del crecimiento organizacional, partiendo de su capacidad para identificar aquellas oportunidades de negocio que se pueden presentar en el futuro y anticipando, a la vez, cuáles serán los principales retos a los que deberá de hacer frente para el logro de tales objetivos.
De esta forma, el pensar en el futuro de la compañía pasa a convertirse en una de sus principales funciones.
Así, pasa a ser fundamental que el CFO identifique las prioridades clave y asigne los recursos necesarios, integrando soluciones para optimizar la gestión de la tesorería y los procesos financieros. Este enfoque libera al equipo de tareas manuales y repetitivas, permitiéndoles enfocarse en actividades que aporten valor estratégico al crecimiento de la empresa.
A la vez, no sería correcto pensar que todo el nuevo trabajo que implica la “ampliación” de sus funciones, pueda realizarlo por sí solo, por lo que deberá de contar con un equipo alineado para tal fin, conformado tanto con personal de su equipo, como también de otras áreas de la compañía, por lo que hablamos de un equipo multidisciplinar. Tampoco deberá de descartar la ayuda externa, cuando sea necesario como consecuencia de aquellos temas que así lo requieran.
Es por esto que la proactividad que puede asumir el CFO, como así también el desarrollo y uso de sus “soft skills” (habilidades blandas), pasa a convertirse en un aspecto crítico, donde una correcta gestión emocional le permitirá crear las relaciones de confianza necesarias para ejercer un liderazgo abierto y empático a la vez.
No hay que dejar de lado, que si bien por su propia posición dispone de un conocimiento “integral” de la compañía, nada es más importante para convertirse en un “estratega del cambio”, que el contar con las habilidades suficientes para saber interpretar y coordinar las competencias emocionales de las personas con las que interactúa.
De manera similar, el seguimiento y la comunicación hacia el propio Consejo de Administración y los accionistas de la compañía, pasa a ser una de las nuevas funciones claves que debe asumir el CFO, lo mismo que sí nos referimos a la comunicación interna sobre la evolución propia del negocio.
Como se indicaba anteriormente, el entendimiento que posee del negocio, le permite “convertir” la estrategia en números y así poder comunicarla en un lenguaje claro, tanto si nos referimos a los inversores como a cualquier integrante de la compañía, por lo que podemos decir que se convierte en una especie de “translator” de los resultados obtenidos y de las acciones a seguir.
Por lo tanto, su función como estratega del negocio, no deja de ser una “consecuencia lógica” de sus nuevas funciones, las que le permitirán aportar un mayor valor, lo que no deja de ser otro interesante reto más a lograr por parte del CFO y fortalecer así, su orientación hacia el futuro de la compañía.