La transformación del rol del CFO mediante el desarrollo de funciones mucho más estratégicas que las que realizaba en el pasado, implica como contrapartida, dar respuesta a nuevas necesidades, como así también incorporar aquellas habilidades que faciliten el logro de tal objetivo.
En este sentido, es interesante explicar este cambio en sus funciones, utilizando como modelo comparativo lo que se conoce como la “Pirámide de Maslow”, donde se describen las distintas “necesidades” de las personas, partiendo desde el análisis de su nivel más básico hasta el más avanzado, de acuerdo al desarrollo realizado por su creador, el psicólogo estadounidense, Abraham Maslow.
Ahora bien, si se efectúa una similitud con las finanzas en general y con las funciones del CFO en particular, es posible establecer diferentes tipos de “paralelismos” con el modelo de Maslow, en el sentido de poder describir el proceso del cambio en el cual se encuentra inmerso y los retos, que en algunos casos, aún se encuentran pendientes de conseguir.
Así es como en un primer nivel, nos encontramos con las denominadas “necesidades básicas”, las cuales se asocian al trabajo del CFO “del pasado”, esto es, al desarrollo de aquellas tareas operativas “tradicionales” inherentes a su función, como ser el registro de las transacciones, la tenencia de libros, la gestión de los cobros & pagos o el control de la tesorería, entre muchas otras más.
Si bien este tipo de acciones son necesarias y de ahí su definición como básicas, solo comprenden, en una mínima expresión, el valor potencial que puede aportar el CFO dentro de la organización.
Al referirnos al siguiente nivel, relacionado ya con las “necesidades de seguridad”, entran en juego cuestiones más diversas, tales como la definición de los procesos que permiten el desarrollo de las funciones indicadas anteriormente, bajo una adecuada gestión de los riesgos, como así también, el control de la gestión del negocio.
A la vez, debemos de incluir en este segmento, la definición por parte del CFO de la tecnología necesaria a incorporar, no solo en lo que se refiere a las actividades particulares del área financiera, sino también en lo que respecta a la organización, asegurando el correcto reflejo de las transacciones y permitiendo el poder establecer los más adecuados mecanismos de control.
El tercer nivel de la Pirámide de Maslow denominado como el de las “necesidades sociales”, implica ni más ni menos, la relación que el CFO debe de establecer con las demás áreas de negocio de la compañía, aspecto crítico en sus funciones, que en muchos casos, le exigirá realizar cambios a su posición actual, con el objetivo de lograr llevar a cabo una “gestión transversal” con el resto de sus pares.
Es aquí cuando la función del Director Financiero comienza a aportar un mayor valor, más allá de su rol “tradicional”, en el sentido de poder ejercer el liderazgo a través del conocimiento del negocio que posee, lo que le permite “traducir y comunicar en números”, la estrategia de la compañía, y lo mismo, el poder avanzar hacia los “siguientes niveles” de la pirámide.
Pasa a ser crítico, que el CFO pueda incorporar ciertas “habilidades blandas” (una de sus “asignaturas pendientes”), para de esta manera poder mejorar las interrelaciones con sus pares, ya que para convertirse en un buen líder, cualquier conocimiento “técnico” es necesario, pero no suficiente y la gestión de lo emocional es algo decisivo para el desarrollo de sus funciones.
Llegamos al cuarto de los niveles, el de las “necesidades de reconocimiento” de su rol, no solo dentro de la organización al posicionarse como el asesor “natural” del CEO, sino más bien con una visión de mayor alcance (stakeholders), que lo vincule en su posición de liderazgo con el entorno social de la compañía, algo que incluye a los accionistas, empleados, clientes, proveedores y grupos asociados.
No deja de ser la categoría que mayor relevancia le otorga al CFO en su relación y aporte del valor a la compañía, donde sus funciones son reconocidas por parte de las demás áreas de la organización y lo mismo por parte de los accionistas, ya sea de forma directa o indirecta.
Su reconocimiento es necesario para intentar “escalar” a la última de las fases y más difíciles de conseguir, como es el de las “necesidades de autorrealización”, con el deseo y búsqueda de lograr lo más alto de su gestión, no solo desde una perspectiva profesional sino también personal, donde su sentimiento sea el de haber conseguido los objetivos individuales propuestos y los de la organización.
En resumen, la evolución de las funciones del CFO es un proceso que aún se encuentra pendiente de finalizar, el cual le permitirá asumir en el futuro, un rol cada vez más estratégico y clave para la consecución de los objetivos de la compañía.